Visitas hasta ahora

De la alimentación y lo que queremos oír

Hoy vengo con un tono algo más serio y asertivo. Algo agitado. He estado valorando si tratar de enfocar el tema desde otro estado de ánimo, pero es desde esta emoción desde donde creo que puedo comunicar mejor lo que pienso al respecto.

Últimamente he estado hablando con mucha gente sobre el tema de la alimentación. He charlado con familiares, amigos y personas a las que conocía por primera vez.
Algunos de mis interlocutores no tenían ningún conocimiento al respecto más allá de lo que se oye en los medios o las cuatro pinceladas que nos da (que oímos) del médico. Otros, sin embargo, eran dietistas, preparadores físicos, entrenadores personales, médicos... gente relacionada con el mundo del deporte y de la salud.

Y, ¿saben qué es lo que más me han repetido? Que no se ponen de acuerdo. Y no hablo entre sectores o especialistas de distintas ramas, sino entre los mismos colegas de profesión.

Mientras hoy la Universidad de X saca un artículo diciendo que es necesario 'picar' sano entre horas (o llámese hacer 5 comidas al día, incluso algunos dicen que 7...), mañana la Universidad de Y nos mostrará lo nocivo y contraproducente que es, y lo ideal de mantener sólo 3 comidas al día.
Mientras unos dicen que por la noche es importante cenar muy poco, otros dicen que se trata del desayuno de antes de dormir y que el cuerpo no sabe de horas.
Mientras un famoso pierde veinte kilos haciendo una dieta hiperproteica, otro los pierde gracias a su nueva condición de vegano. 

Cuando queremos información sobre un tema, solemos actuar de dos formas básicas:
Nos quedamos con lo primero que nos dicen y lo sacralizamos, ó
Nos quedamos con aquello que más nos conviene oír. 

Escuchamos a quién queremos escuchar, y oímos lo que queremos oír. 

Así que, por favor, dejémonos ya de tonterías. Ya basta de 'sabedores' y de enterados. 
De nuevo, declarémonos ignorantes, dejemos la mente siempre abierta y entendamos que cada cuerpo es distinto, y que, por el momento, no existen milagros para perder peso ni la alimentación perfecta. La prueba está en los miles de tipos de alimentación y de dietas según la geografía y las costumbres de cada pueblo.

En lo único que probablemente coincidamos todos es que las bases estarán en la coherencia en la alimentación y la actividad física regular. 
¡Ánimo!

Me declaro ignorante, y te admiro

Hoy he visto a una persona brillar por primera vez. 

A última hora, en el último suspiro del día, alguien ha decidido dejar a un lado las convenciones sociales, el qué dirán o qué pensarán y los tabús, y ha hablado. Ha decidido soltar sus propios amarres, a menudo tan fuertemente atados en nosotros, tan bien anclados que nos tienen varados demasiado cerca de la orilla. 

Y mientras hablaba, os aseguro que no era sólo yo el que escuchaba. Ha hablado para el mundo. 

Acostumbrado a ver personas estáticas o en el mejor de los casos subiendo escalones, hoy he visto a alguien poner una nueva escalera. Una nueva forma, para mí desconocida, de consciencia y aprendizaje, y ha decidido compartirla conmigo... de primeras. Sé que no se quedará aquí. 

Porque destacar, crecer, sobresalir, brillar... no deberían acarrear ningún tipo de connotación negativa. No debería despertar envidias, egos ni recelos. No debe generar desconfianza. 
Por favor, admiremos... Declarémonos abiertamente ignorantes y dejémonos llenar por todo aquello que nos quiere brindar quien está delante. 

Como dice un (si m'ho permets) pequeño genio a quién tengo como referencia, y que a menudo habla más (y  mejor) que yo sobre este asunto: Usemos más el modelaje, tomemos ejemplo de aquellos que ya lo han logrado, que ya están arriba y comparten unos valores semejantes a los nuestros. 

Un pájaro no está presumiendo cuando despliega sus alas y echa a volar ante nosotros. Simplemente hace uso todos sus recursos, su máximo potencial, para cumplir un objetivo, sea cual sea. Vivir, pongamos. Y sin embargo, ese pájaro está inspirando a mucha gente.
Cientos de poemas y canciones son escritas a diario haciendo referencia a la libertad que supone volar, a la emoción que nos evoca... Un ave inspiró a alguien para crear el primer avión. Un sólo pájaro, con su mera presencia y liberado de toda cadena mental, solamente con su esencia... Brilla, y nos hace brillar. Nos inspira. 


Hoy, esta misma noche, una luz intensa ha estallado con una sonrisa en la cara y la mirada más ardiente y segura que he visto en mucho tiempo. 

Hoy he visto una persona brillar...
y todavía estoy temblando.




3: De pasos o zancadas. ¿Caminar o correr por la vida?

¡Vamos a por la tercera!
Aunque parezca mentira, he estado dándole vueltas a algo. Quiero decir, a algo especialmente... Vaya, que he concentrado parte del foco en algo en concreto... En fin, que ahí va.

En la entrada del viernes os hablaba de la vida como una serie de caminos que vamos tomando y donde nos cruzamos con otros caminantes. 
A medida que escribía, en mi mente se iban sucediendo miles de imágenes que representaban personas andando por ciudades, playas, bosques o montañas, pero cuando me imaginaba a mí... Estaba corriendo. No veía el por qué y eso, claro está, ¡requería de un espacio en mi cabeza y un tiempo de dedicación!

Como viene siendo habitual, lo primero que me pasó por la mente al decidir indagar en el asunto fue una retahíla de tópicos: aquello de si hay que vivir deprisa o despacio. 
Poco a poco me va costando menos controlar los impulsos de desvalijar los malditos tópicos... ¡Pasando!

Si hablamos en líneas conceptuales, no es lo mismo andar que correr. Varían muchas cosas, pero la diferencia más importante es el ritmo. Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes, de una forma u otra nos estaremos perdiendo algo mientras percibimos nuestro alrededor de la mejor manera que sepamos. 
Cuando andamos estamos escogiendo la pausa, el análisis, el paso a paso. Por partes. Podemos prestar atención a los detalles que nos rodean, discutirlos, valorar... 


Para mí, esto se ha llegado a convertir en mi zona de confort, de donde quiero salir. No me llena, quiero más. Necesito esencia. A día de hoy, prefiero correr. 

Correr significa empaparse del alma de todo aquello que nos rodea. Correr significa sentir, significa abrir los pulmones y respirar. Poner a funcionar mi cuerpo para retar aún más mi mente. Vamos, querida, ¡a ver si eres capaz de hacer lo tuyo y mantener a las piernas corriendo!
Sí, es necesario detenerse a menudo. Leer las situaciones, descansar, a veces captar hasta el más mínimo detalle... Pero eso es un proceso rápido para mí. Cuando lo haya captado todo volveré a sentir que hay miles de cosas a unos metros que me estoy perdiendo, así que correré de nuevo.

Cuando me pongo a pensar en cada uno de los ámbitos de mi vida, me doy cuenta de que no estoy conforme con la mayoría. Me explico: desde pequeñito me enseñaron a andar. Despacio, poco a poco, por partes, tratando de no salirme de la senda hasta tenerla controlada del todo. Me enseñaron a ver, y me inculcaron el hábito de hacer preguntas. Y gracias a eso (de nuevo gracias a mis padres) he adquirido la capacidad de pensar, de valorar y de razonar. Y cada día lo hago más (y creo que mejor). 
Pero ahora, al mirar atrás, me doy cuenta que si no estoy contento con mi relación con los estudios, por ejemplo, es porque sentía la obligación de dedicarle demasiado tiempo a algo que, por si sólo, no me llenaba. Lo mismo con la música. Con la escritura. Con el deporte. Para mí, correr es música, son letras y palabras, es sudor y energía. Es estudiar. Es disfrutar de todo, y todos, los que me rodean. Y saber que, cuando quiera, puedo detenerme y andar. 

Pero ¿sabéis? Lo que más quebraderos de cabeza me ha traído de todo ésto es que no hacemos ni una cosa ni la otra ¡creo que vivimos a trompicones! Saltamos, andamos, caemos, paramos, corremos y volvemos a andar. 

Con todo ésto no he llegado a ninguna conclusión definitiva, pero sí he introspeccionado mis propias sensaciones. No he podido desarrollar aún ninguna teoría o explicación que justifique una opción o la otra. Es más: probablemente la cuestión en sí no tenga sentido. Eso sí, sé que a mi me gusta mi vida cuando corro. 

¡No a los trompicones! Busquemos la estabilidad en los altibajos, las curvas y los baches. 



2: De los que están, cerca o lejos, y los que ya no están...

Hoy vengo a hablar sobre los amigos, los conocidos y las parejas que van apareciendo en nuestras vidas, algunos para quedarse y otros solamente de visita. 

Ante todo, me he propuesto no analizar (descuartizar, sesgar, machacar) los miles de tópicos al respecto ya que los encuentro enteramente absurdos. Válidos sólo para momentos concretos en lugares determinados. Así que vengo sólo con mi pensamiento desordenado y sin argumentar para dar algo en qué pensar.


Mi vida, como supongo la de todos los demás, es un contínuo vaivén de personas. Personas que pasan ante nosotros sin detenerse, personas que se paran a curiosear, personas que nos buscan y personas que nos evitan.

De todas ellas, las hay que se quedan con nosotros durante algún tiempo y deciden realizar parte del viaje con nosotros, incluso a veces bajo la promesa de realizar el resto de etapas a nuestro lado. Pero a veces olvidamos que cada persona sigue un camino más o menos errático, cargando una mochila con sus conocimientos, recuerdos, experiencias y aprendizajes y guiados por un mapa más o menos preciso con uno o varios destinos marcados en rojo. 
Los demás sólo somos caminantes (o corredores) que cruzamos sendas con ellos y decidimos si queremos compartir espacio y tiempo con esa persona. 

¿Sabéis? Pocas, muy pocas veces dos caminantes tienen exactamente el mismo destino. Y si lo tienen, probablemente su hoja de ruta sea muy distinta. 
Así pues, andar de la mano de otros puede ser gratificante, pero sin duda en algún momento surgirán discrepancias sobre la senda o el destino, sobre el tipo de calzado adecuado para caminar o sobre cuándo es un buen momento para detenerse a descansar y cuando hay que apretar el ritmo.

Es entonces cuando las emociones entran en batalla, y es cosa nuestra decidir qué emociones debemos dejar salir (cuáles son honestas) y cuáles no. Si escuchamos bien en ese momento, hay algo dentro de nosotros que nos trata de explicar que esa persona también está en conflicto consigo misma, que también está renunciando a parte de su plan de ruta, que su mochila está igual o más cargada que la nuestra y nuestros cuerpos son distintos y no se mueven igual.
Es la empatía, que habla muy bajito, y depende de nosotros que el ego o el tener razón grite más que ella. 

Así pues, a menudo los caminos se separan, y eso puede entristecernos pero jamás debería enojarnos.

Al conocer a alguien generamos una serie de expectativas basadas en nuestra situación personal y en el contexto del momento, pero ese contexto puede variar. De hecho, cambiará. Así, es habitual (y natural) no sentir ahora el mismo apego o intensidad por aquél amigo de la infancia que vivía en nuestra misma calle, por la pareja que hace unos meses era nuestra vida entera o por el profesor que tanto nos inspiró a atacar nuestro sueño. 
El amigo quizá se vaya a vivir fuera, la pareja tal vez ya no nos esté aportando lo que necesitamos y el profesor puede que no se sienta ya motivado por lo que fueron sus propios sueños. 

Quizá si tratáramos de ponernos en su piel desde la honestidad y la mente abierta, veríamos otro mapa, otro camino y otro objetivo. Incluso tal vez nos sorprenderíamos tomando sus mismas decisiones. Porque en el fondo, la única persona que ha estado, está y estará con nosotros hasta el último suspiro... somos nosotros mismos.

Pero hay algo mágico en algunas personas. No sé cómo lo harán pero hay caminantes que, estén donde estén, te están sintiendo. De una forma u otra te ven, te siguen, te ayudan, no importa si están diez pasos o diez kilómetros delante o detrás. Quizás estén simplemente en otra senda, pero de algún modo saben (y sabes) que volverán a cruzar sus pasos con los tuyos... 

Y son ellos, cerca o lejos, los que hacen que cada paso valga todo su esfuerzo y la sonrisa más grande que seamos capaces de mostrar.

1: De debilidades y corazas

Hace algunas semanas, a raíz de una discusión familiar, salió a la palestra el concepto de 'decir las cosas malas de los demás como críticas constructivas para poder mejorar'.

Últimamente nos llenamos la boca de perlas como ésta. Excusas, la mayoría de veces, para escupir lo que queremos decir y sentirnos mejor minusvalorando al otro. 
Incluso aquellos que de verdad quieren ayudar se nutren de esta filosofía barata, adornando todo aquello que dicen para evitar el choque frontal y suavizar el impacto, pensando que de esa forma será más fácil que llegue el mensaje. 

Pensando en ello me quedó una idea impregnada en la cabeza, difusa e inconcreta pero pegajosa y pesada.  

El problema que yo veía ahí era que, por mucha confianza que tuviésemos con la persona que nos estaba explicando nuestros defectos y por mucho cariño que imprimiera en las palabras, la mayoría de veces somos reacios a escuchar de verdad lo que se nos dice. 
Creo que nos hace sentir pequeños tener defectos y que los demás los noten, y que nos los expliquen sólo ayuda a que nos sintamos inferiores a aquél que nos habla. 
En ese momento, las personas experimentamos distintas reacciones: nos encogemos hasta los mínimos y entristecemos, nos obcecamos con lo que oímos y nos obsesionamos en mejorarlo o ponemos una coraza impenetrable para defendernos de las acusaciones. 
Esa coraza puede ser visible (rebatimos todo lo que nos dicen, adoptamos expresiones faciales y corporales para mostrar que estamos por encima de todo...) o invisible, cuando escuchamos por respeto y/o curiosidad pero de ninguna manera está calando el mensaje en nosotros.

La cuestión es que pocas, muy pocas veces, mejoramos nuestras debilidades cuando tomamos consciencia de ellas a través de los demás.

Como dije en la entrada anterior, he estado unos días aprendiendo con el grupo Transformación Deportiva y justamente trabajamos sobre este concepto. ¡Gracias a eso he podido concretar esa idea pegada en mi corteza cerebral!

La idea es que cuando alguien (mi entrenador, mi jefe, mi madre o mi mejor amigo) me notifica un error o un defecto (en definitiva, una debilidad) lo primero que me viene a la mente es que estoy haciendo algo mal y los demás lo notan, y creen tener la solución puesto que me quieren ayudar. Mi sensación será de inferioridad, de rechazo... La emoción que me acompaña será, en mayor o menor grado, negativa.

Y es muy difícil hacer nada bueno partiendo de una emoción negativa. 

Está claro que uno correrá más rápido, saltará más alto o trabajará con mayor eficacia si parte de una emoción positiva. A este respecto sí que se está avanzando a nivel social, sobretodo en el ámbito laboral: a raíz de numerosos estudios cada vez se están implantando más normas de buenrollismo y comodidad en el trabajo, motivación de los empleados...

Con todo esto en mente, los integrantes de TFD lanzaban al aire la siguiente pregunta: Antes de tratar de reforzar las debilidades propias o ajenas, ¿por qué no potenciar nuestras fortalezas? Así crearíamos el estado emocional óptimo para encarar desde ahí cualquier reto. En base a esto han creado un método innovador y que, a mi entender, da con la tecla de uno de los mayores problemas en la comunicación entre las personas: no conectamos con nuestros interlocutores así que nuestro mensaje no llega. ¡Hay que hacerlo llegar desde la emoción! 

Todo esto que he escrito ya lo sabíamos, pero a menudo es necesario darnos cuenta y tomarlo como algo sobre lo que actuar mediante decisiones voluntarias y no dejarlo en el inconsciente. 

Así que ahora, para acabar, permitidme ir más allá, sólo un poco más lejos

Os he hablado antes de corazas. Todos ponemos las nuestras, la mayoría de ellas sin saberlo. Pero, ¿y las que ponemos de manera consciente? ¿Sabríamos identificarlas todas? 

Imaginemos aquello en lo que nos sentimos más cómodos y más seguros. Nuestros hobbies, nuestras pasiones, la estabilidad con la pareja, la familia... lo que sea. Pongamos que estamos ahí, sintamos por un momento la emoción que nos transmite el momento. 

¿Realmente desde ahí estamos sacando lo mejor de nosotros? 

Yo creo que no. Creo que ahí nos ponemos cómodos. Nos refugiamos en nuestras fortalezas y nos escondemos, agazapados tras una dura armadura y un gran escudo, y lanzamos excusas a modo de protección. 

Entrenadores: Cuando tenéis algún conflicto con un jugador, un padre, la prensa... ¿acaso la mayoría de veces no recurrís a los motivos puramente deportivos para justificaros? Los aspectos técnico-tácticos del deporte en sí es la coraza que usamos la mayoría de entrenadores, desde donde nos sentimos cómodos para defendernos de cualquier situación que no dominamos.

Padres: Cuando vuestros hijos os hacen alguna pregunta a la que no tenéis respuesta, o os rebaten algún argumento con algo que se escapa a vuestro control, ¿es posible que tiréis de tópicos y situaciones conocidas, experiencias propias anteriores...? 

Pensemos por un momento las murallas que ponemos a nuestro alrededor...

¿Por qué no alzarnos con nuestros mayores dones y afrontar cualquier reto desde la emoción positiva? 
Quizás las debilidades no se vieran tan grandes desde esa perspectiva, y dispondríamos de la motivación  adecuada para reforzarlas.

¿Enfocamos nuevos objetivos desde ahí arriba? 


0: De inquietudes vitales y Objetivos Extraordinarios

Hace unas semanas estuve a punto de cerrar este blog. Me acordaba cada día de él, pero se había convertido en una carga. 'Debería actualizar el blog'.'Hace tiempo que no escribo'. En una entrada incluso prometí escribir una vez por semana... He faltado al compromiso. Lo cierto es que hasta hoy notaba que le daba demasiadas vueltas a lo que iba escribiendo sin quedar conforme, nunca me gustaba, lo retocaba una y otra vez... así que cada publicación comportaba una gran cantidad de tiempo dedicado y se traducía en unas líneas que tan sólo dejaban ver resquicios de lo que en realidad ronda mi mente. 

De hecho, Según se escupe debía ser mi espacio para ir soltando los pájaros, moscas, globos y mariposas que vuelan por mi azotea, una especie de cajón de sastre necesario para mí cuyo significado y propósito nunca llegué a cumplir.  

Pero este mes de julio he vivido algunas experiencias... vitales. Y en una de ellas, en Manresa con Dídac, Jorge y todos los demás participantes en la experiencia pero sobretodo con Xavi, arrojé algo de luz sobre aquello que más me ha preocupado desde pequeño. 

Vi, probablemente porque me ayudaron a ver, cómo puedo ayudar un poquito más a las personas, lo cual es mi inquietud más básica y lo que me hace funcionar. Cómo ser una fuente de luz



El objetivo primitivo será articular en palabras el máximo de ideas posible. 
El objetivo principal será expresarlas. Comunicar.  Dar el mayor número de herramientas. Llegar a las personas.
El objetivo extraordinario será crear consciencia y, a partir de ahí, tratar de inspirar al mayor número de personas. 



Y para empezar a cumplir dicho propósito ya están listas para salir a flote las tres próximas entradas de una serie indefinida que iré publicando cada dos días. La de hoy es la 0. 



"Nuestro mayor miedo no es que no encajemos. Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo: no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. [... ]Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros." Timo Cruz en Coach Carter. 

Gràcies Xavi.


Voy a colgar...

"Temblaba... Temblaba con cada uno de sus abrazos. Apenas podía controlar mi cuerpo que me pedía que no me despegara jamás del suyo, que hiciera lo posible por mantenerlo siempre cerca de ella, a salvo... Mi cuerpo, tan a menudo más sabio que mis pensamientos, sabía que era el único modo de evitar que ella saliera volando.

Porque Cora solía volar. Como un pájaro, no podía saber cuando iba a abrir las alas y despegar, dejando atrás aquello que la hacía sentir incómoda o enjaulada.
Siempre medí mis palabras, mis gestos, mis actos; una discusión o un mal movimiento la haría emprender el vuelo. Si me acercaba demasiado y se sentía atada o aprisionada, volaba hacia ningún lugar, ávida de libertad y ligereza. Si le daba demasiado espacio y se sentía sola, volaba hacia quién le tendiese una mano y le ofreciera seguridad. Sin aviso previo, sin nada que me hiciera pensar que estaba a punto de perderla. 

Y cada vez que ella volaba se me encogía el corazón. La perdí muchas veces, y cada una de ellas la sentía como si fuera la última, como si no fuera a volver.  Porque Cora es libre y orgullosa y no necesita de nadie que vele por ella. Y porque yo no podía hacer nada para que regresara sin ahuyentarla un poquito más de mi lado, más que esperar si aquello que yo creía poder ofrecerle pesaría más en su balanza. 
Así es que cada día que la veía me daba cuenta de lo afortunado que era porque seguía allí, un día tras otro, esperándome o viniéndome a visitar. Y yo no podía ser más feliz. 

Pero estaba siendo egoísta. Tratando siempre de hacer lo que a mi parecer era lo mejor para ella, buscando siempre la manera de hacerla sonreír, lo que buscaba en realidad era mi propia felicidad al mantenerla cerca. Porque por mucho cariño que le des, por mucho alimento, agua y sol que le proporciones, un pájaro enjaulado jamás será feliz. 
Porque su instinto es y será siempre el de batir sus alas y partir. 
Y sí, tal vez cuando marche recordará con cariño el tiempo pasado pero probablemente no sienta jamás el deseo de regresar. Porque podemos cambiar lo que hacemos, pero no quienes somos.

Así que hubo una última vez. Un último vuelo inesperado en el momento, pero que venía siendo anunciado tiempo atrás. Un vuelo que espero no se detenga nunca y que la haga sentir libre. 

Y yo, mientras tanto, sigo temblando al escribir estas líneas como temblaba al sentirla entre mis brazos, y una lágrima cae manchando el papel al recordar su sonrisa más sincera."


Carta de Nico a Cora
Epílogo


"Desgarrándome, suplicándote, intentando hacerte recordar... pero tú sólo dices: voy a colgar."
Temblando, Hombres G.

De dracs i cavallers (escrit per l'Ia)

Perquè avui és Sant Jordi i el dia és preciós, i calia dir alguna cosa. L'Ia és aquí amb mi, ella m'ajuda amb les paraules, ella em dicta i vol que rimi, com si fos anellant baules. 

Avui és dia de llegendes, de dracs i cavallers. De pobles i princeses, de reis i de diners. 
De llibres i de roses, floristes i llibreters.
De nois, de noies. D'amors, regals i joies. 
De proesa i valentia, de somriures i alegria. D'allò que més m'estimo i a qui vull donar el meu dia. 

Avui obro els calaixos i trec escrits que he anat guardant. Les poesies de més jove, les cartes de més gran. 
Algun dia duré mes paraules a aquells per qui van ser escrites. Igual que ara, serà estrany llegir línes en veu alta mai dites. 

Avui és dia de cavallers i no de covards, és dia d'estimar i, sobretot, fer passos endavant. 
Perquè no hi ha drac prou gran per vèncer algú que sap què vol, i que s'hi deixa la cuirassa, l'escut, l'ànima i l'espasa, i enfronta ses pors tot sol.

Pels nois, avui sigueu valents. Armeu-vos de valor i no deixeu paraula entre les dents. A falta de ferralla vestiu-vos com vulgueu, d'espasa us farà el somriure i la millor rosa que trobeu. 

I per les noies, si podeu, deixeu-vos estimar. Avui tots els nois som cavallers, permeteu-nos matar el drac. Cap llibre és recompensa si en braços de la princesa no podem acabar. 


Bé, l'Ia ja se'n va. 

Gràcies per aquest escrit, i desitjar una molt feliç Diada de Sant Jordi a tothom!


Suerte: De fortunas y desgracias

Hoy les voy a hablar sobre uno de los temas más recurrentes en mis pensamientos: la suerte
¿Existe la suerte? ¿La hay buena y la hay mala? ¿Y si existe... qué es la suerte?
Lo cierto es que no hago más que darle vueltas, y constantemente encuentro argumentos para justificar su existencia y su inexistencia. Vamos, ¡que no hago más que contradecirme y me estoy volviendo loco!

Soy un tipo muy optimista. Suelo encontrarle el lado positivo a casi todo, y suelo mirar más allá para acordarme de que las cosas malas también pasan y quedan atrás. Siempre me he considerado afortunado (ya empezamos...) por todo lo que tengo, que es mucho y es genial.

Ahora bien, todo esto que tengo y que me encanta... ¿Acaso me ha caído del cielo?

Algunas cosas sí. Por ejemplo, no he podido escoger mi familia, pero es la mejor que podría tener.
Pero la mayoría de cosas que he conseguido han sido fruto de horas de esfuerzo, de búsqueda, de charla, de tira y afloja... Está claro que no todo depende de uno mismo, pero cuando uno hace todo lo que puede hacer... ¿Es la suerte la que decide si acabo consiguiéndolo o no?

No creo que sea así.

Si al primer currículum que echo me llaman y me dan el trabajo, ¿he tenido suerte? Sí, si lo miramos desde mi punto de vista. ¡Abramos el ángulo, egocéntricos!. Ese trabajo me lo han dado unos encargados de recursos humanos que se dedican a ello y lo han considerado así. No, la suerte no ha tenido nada que ver. Si lo merecía yo u otra persona es decisión de alguien, y para quién está tomando ese chance la suerte no es un factor de elección.
Si lanzo un balón a canasta desde medio campo y de espaldas, y entra a la primera, ¿he tenido suerte? No, damas y caballeros, es física. Si lo he lanzado con la fuerza exacta y en el ángulo adecuado el balón entrará, la suerte no influye.

Pero ¿y si no era mi intención hacer algo que sucede y me beneficia? ¿Y si el balón se me escapa de las manos cuando trato de pasarlo en medio de un partido, y se mete en el aro? ¿Y si el amor de mi vida decide hablarme un día en un bar o en el metro? O si topo por casualidad por la calle con mi futuro mejor amigo... El hecho de que nos hayamos encontrado es fruto de un millar de decisiones previas que han hecho que acabáramos en ese momento en ese lugar. Pero para mí ¿Acaso eso no es suerte?
Los sorteos en los cruces de eliminatorias, los juegos de azar, los dados...

Los que me conocen y creen en la suerte dicen que soy gafe. Si algo digamos... raro puede pasar, allí donde yo ande pasará. Lo he venido diciendo en las últimas publicaciones: suceden muchas cosas a mi alrededor, algunas dignas de libro (y yo jamás menciono un libro en balde). Pero también hago muchas cosas, así que es más probable que sucedan. Si existe la suerte ¿soy yo el que la busca o ella la que viene a mí?

Como veis, mi debate interno es infinito.
¿Qué opináis? 

Hoy voy a acordarme de Boris, un compañero que en poco tiempo me enseñó muchísimas cosas, un gran entrenador de baloncesto y con unos valores personales admirables. Copio aquí un texto que me pasó él hace algún tiempo y que recuerdo con mucho cariño:


“¿Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo?”

En una aldea muy pobre vivía un hombre ya mayor con su hijo; por toda fortuna tenían un viejo caballo que utilizaban para trabajar llevando la carga de la cosecha.

Un día en el pueblo se produjo una fuerte tormenta, y con los rayos y relámpagos el caballo se asustó, se soltó de sus ataduras y escapó.
A la mañana siguiente todo el pueblo se enteró de la noticias, se acercaron a él y le transmitieron su pesar.
- ¡Qué pena hombre! Ahora ¿cómo podrás arreglártelas sin el caballo para el trabajo? Ya es una fatalidad que se escapara.
El hombre con una expresión impávida dijo:
- “Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo...”

Al día siguiente el hombre por la mañana descubrió que en la parte trasera de la casa había vuelto su caballo con otros caballos salvajes venidos del monte.
Todo el mundo se alegró en el pueblo y fueron a dar la enhorabuena al hombre diciéndole:


- Ahora serás rico, podrás vender estos caballos y así tener un campo y una casa mejor!
Y el hombre volvió a responder a las bienaventuranzas: “Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo...”

Su hijo, que era un muchacho joven y curtido, comenzó a domar a los caballos salvajes pero con tan mala suerte que uno de los caballos lo tiró al suelo y el joven se rompió una pierna. Todos en el pueblo acudieron a ayudar a entablillar la pierna del joven.
Todos estaban apenados ya que el joven era el único apoyo que tenía el hombre mayor para realizar la doma de los nuevos caballos y volvieron a su casa diciendo: 


- Qué pena, ahora no podrás domar los caballos y encima te gastarán comida.
El hombre volvió a repetir:
“Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo...”

De ahí a unos días llegaron al pueblo unos delegados del rey reclutando a todos los jóvenes de la aldea para que fueran a la guerra. Todos estaban horrorizados salvo el hombre mayor, ya que su hijo sería el único que no se llevarían y entonces volvió a repetir:



“Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo..”

De tiempo, prioridades y excusas

¡Buenos días mundo!

Recientemente he empezado una nueva carrera, Psicología por la UOC. Sólo decir que estoy encantado y que me atrae el formato de estudios online... aunque lo cierto es que me lleva de culo. 
Lo he dicho más de una vez, pero es trascendente: me pasan muchas cosas. Buenas y malas, e incluso las segundas me las tomo siempre a bien, pero constantemente tengo sobresaltos, retos, accidentes y nuevas experiencias. Tengo infinitas cosas pendientes que se amontonan en eternas listas que nunca termino de tachar, ¡a la que me pongo con alguna me surgen tres más!

Pero ¿sabéis qué? Me encanta. Adoro tener constantemente nuevos objetivos, nuevos asuntos en los que pensar, nuevas personas en mi vida. Todo lo que sea sumar, meter experiencias en la mochila, vivir cada día un poco más y un poco mejor... Es genial. 

Dos carreras universitarias simultáneas por las mañanas (vale, es trampa, actualmente sólo matriculado en una), dos trabajos por las tardes, mantenimiento de un blog, escritura de una novela, intentos de creación musical, hora y media de entreno diario... ¿y tratar de mantener vida social? Sí, es posible. Voy buscando trabajo por las mañanas y aún me queda tiempo para seguir unas cuantas series por Internet, ir al cine de vez en cuando y pasar algo de tiempo con quién quiero, sacarme titulaciones de inglés, monitorazgo...Y duermo 7 horas diarias. 

Eso sí, hay que priorizar. Me hace extremadamente feliz todo lo que tengo, y cada día trato de serlo un poquito más con todo lo que hago, así que el tiempo no es una excusa para mí. Todo lo que hago me apasiona, así que es muy fácil sacar un momento para algo que realmente quiero. Simplemente hay que encontrar el momento de cada cosa, dejar algunas a un lado mientras enfocas la atención en otras. De nuevo, priorizar. Hay momentos en los que nos podemos sentir mal por estar dejando de hacer algo que querríamos, pero, como se suele decir, no se puede tener todo. Aunque se puede querer todo lo que se tiene.




Así que, haceos un favor y no volváis a decir que no tenéis tiempo: sed lo suficientemente sinceros para decir en voz alta que preferís ir sin prisas a los sitios, la siesta o el facebook, antes que meter una cosa más en vuestras vidas. Hoy en día no hay lugar para las excusas.

Vístete y, como diría una amiga de mí... Fot-li


De chismes y la vida de los demás

¡Buenos días! 
Lo cierto es que hoy no he podido dormir demasiado. Me acosté a una hora razonable pero los pensamientos se amontonaban en mi cabeza, y aún no había terminado con uno que ya asomaban otros dos.
Y ¿saben qué es lo peor? Gran parte de la noche me la he pasado pensando en la vida de los demás. Y no se imaginan lo culpable que me siento porque, literalmente, ¡los cotilleos me han quitado el sueño! 

Para empezar, y sin intención de justificarme o defenderme sino a modo de definición, diré que soy una persona poco chismosa en cuanto a la vida personal del resto: no me importa demasiado quién se acuesta con quién, o con quién discutiste la semana pasada. No me interesa lo que pasó en la fiesta de la facultad del otro día, o si alguien está saliendo con otro veinte años menor. No quiero saber nada de lo que llamaríamos la prensa rosa de los que me rodean (mucho menos de los famosos). 

Pero como he dicho tantas veces estoy en la constante búsqueda del conocimiento. Y si quiero aprender de una persona, ¿qué mejor que aprender de su experiencia? Así que hay ciertos detalles de la vida de los demás que sí me interesan: me gusta conocer las circustancias personales de las personas. Saber si un joven vive solo o con sus padres, si una persona ha vivido o trabajado fuera, si conduce frecuentemente o la duración de las relaciones que haya tenido. 
En definitiva, saber lo que le ha llevado a su situación actual y a forjar su carácter, ver hacia donde han llevado a esa persona los pasos que ha ido dando y cómo ha influido su entorno, me ayudarán con mi propia experiencia. ¡He estado horas dándole vueltas!
No sé qué les estará pasando por la cabeza a los lectores al leer esto. Yo mismo lo veo y soy capaz de interpretarlo de muchas formas distintas, así que avanzaré con la reflexión y ya veremos hacia dónde me lleva...

Voy a empezar ramificando: no hablo de conocer a alguien, eso lo dejo para la siguiente publicación de esta semana. Quiero centrarme en el chisme, en aquello que me impulsa a preguntar sobre la vida del otro o a ir contándola a los demás. 

¿Saben? Creo que es algo innato en el ser humano cotillear, en el sentido de pasar información a los demás. Es un modo de supervivencia animal, un detalle más de la evolución. Si a mí me llega información sobre un entrenador que ha salido mal de todos los clubs en los que ha estado, no le voy a dar un equipo en el mío. Si sabes que ese chico ha sido infiel a sus anteriores parejas, probablemente no te plantees salir con él. Si todas las reseñas que tenemos sobre un restaurante son malas, escogeremos otro sitio para ir a cenar. En definitiva, considero que basamos gran parte de nuestras decisiones e interacciones humanas en lo que sabemos de los demás, y mucho de lo que sabemos es gracias a los chismes.
El cotilleo cumple además otra función: trataremos de menospreciar o degradar a otra persona blandiendo chismes arriba y abajo cuando no esa persona no nos guste o no nos convenga, mientras que iremos contando hazañas y proezas de aquellos que nos aporten algún beneficio o nos plazcan más.
Hablar de los demás sea, quizás, nuestro más poderoso escudo para defendernos y nuestra arma más mordaz para herir al otro. Por ejemplo, hoy en día todos hablamos mal del actual gobierno con la clara intención de que dejen el cargo, así como hablamos maravillas del equipo de fútbol con el que nos identificamos para ensalzarnos y quedar por encima del rival.

Voy a concluir con lo que sea posiblemente una contradicción: los chismorreos son inevitables y necesarios para el ser humano, pero traten de evitar contármelos a mí si no les he preguntado. Como verán en la siguiente entrada, por mi parte trataré de conocer a las personas por otros medios...




De complejos

Todos tenemos complejos. No nos vemos como querríamos, no nos gusta algo de lo que nos devuelve el espejo o no estamos cómodos con nuestra forma de pensar o de hacer. No hay nada malo en ello... ¿o sí? ¿Nos hemos parado a pensar en cómo actuamos verso a los demás debido a nuestro propio complejo? A menudo somos injustos con los que nos rodean. ¿Que no? Os pondré algunos ejemplos:

-Claudia es una chica bajita y con algún quilo más de los que marcan los absurdos cánones actuales. Aún así mantiene su atractivo con la seguridad que transmite en su forma de andar y de hablar o la forma en la que domina los espacios por donde pasa, de modo que todo el mundo nota cuando está alrededor. Es una chica inteligente y muy espabilada, de rápido aprendizaje, una persona pilla y sagaz aunque educada. Podría decirse que, en general, consigue aquello que se propone. 
Pero tiene sus complejos. Ella no los reconocerá jamás, puede que ni siquiera sepa que los tiene. La mayoría de gente a su alrededor tampoco se darán cuenta. Pero los tiene, y pueden verse en el trato con las personas: A su manera, siempre correcta y cariñosa, Claudia intentará quedar por encima de ti. Sin maldad alguna, es probable que busque algún aliado y lo mantenga cerca durante un tiempo para sentirse apoyada, para tener siempre un compinche por si hay que hacer alguna treta. Quizá no sea consciente de todo esto, sin duda no es su intención ofender a nadie. Pero algo dentro de ella la obliga a reafirmarse, a demostrarse a sí misma que está por encima, sin necesidad de que lo vean los demás. 
Sin darse cuenta quizá esté pisando a otros. Tal vez aquellos más cercanos, que comparten sus vidas con ella, no sepan a qué es debido. ¡Claudia es una chica muy segura!
O no...
("Pocas cosas hay más peligrosas que alguien que tenga un complejo y a la vez disfrute de una gran seguridad" Woody Allen)

- Marcos es un tipo alto y guapo, fibrado aunque no musculoso. Una persona un tanto reservada en el primer contacto, aunque de carácter bien definido y digno de toda confianza. Un chico estudioso y responsable, muy cercano a sus allegados, el hijo que toda mamá desearía tener, y sin duda el mejor amigo. 
Pero algo le pasa por la cabeza en determinadas situaciones, y Marcos empequeñece. Recoge su cuerpo, baja la mirada y encoge los hombros. Habla en voz más baja, casi en susurros, y desaparece. Poco a poco sale de la conversación o se hace a un lado allá donde esté. En su interior algo le hace sentir inferior al resto. Todo el mundo confía en él, menos Marcos. Y quizá esté fallando a la confianza de los demás, sin duda muchos tienen esperanzas en sus posibilidades, que le ayudarán a él y también a los que le rodean... por su temor a ser grande.

Hay una pequeña parte de nuestra mente arrinconada y encadenada, ansiosa por liberarse... Pero en vez de ir a visitar esa oscuridad para iluminarla y espantar nuestros temores infundados, nos empecinamos en ponerle guardias en la entrada para que nadie pueda acceder, ni tan siquiera nosotros mismos. Esos centinelas estarán siempre atentos, aunque la información recorra los extremos opuestos de nuestra mente ellos permanecerán en tensión. Mas nosotros, queridos amigos, no controlamos las fronteras de nuestros complejos. Las barreras que tratamos de poner son impredecibles, pudiendo actuar de forma violenta cuando alguien trata de acercarse a ellas: damos malas contestaciones, soltamos comentarios ofensivos o tiramos de sarcasmos para salir del paso, y según lo grande que sea nuestra recóndita cueva de los complejos, incluso actuamos de forma física. 
Pero hoy me he venido a referir a la otra posible reacción de nuestras barreras. No siempre los guardias atacan al visitante, sino que a veces escuchan lo que les dice y lo creen, y se vuelven en nuestra contra. Nuestras propias fronteras atacan nuestra mente. Nos hacemos daño a nosotros mismos... 

Y eso, amigos, es peligroso para uno mismo, pero como veis puede ser también muy dañino para los que nos rodean.