Visitas hasta ahora

Me declaro ignorante, y te admiro

Hoy he visto a una persona brillar por primera vez. 

A última hora, en el último suspiro del día, alguien ha decidido dejar a un lado las convenciones sociales, el qué dirán o qué pensarán y los tabús, y ha hablado. Ha decidido soltar sus propios amarres, a menudo tan fuertemente atados en nosotros, tan bien anclados que nos tienen varados demasiado cerca de la orilla. 

Y mientras hablaba, os aseguro que no era sólo yo el que escuchaba. Ha hablado para el mundo. 

Acostumbrado a ver personas estáticas o en el mejor de los casos subiendo escalones, hoy he visto a alguien poner una nueva escalera. Una nueva forma, para mí desconocida, de consciencia y aprendizaje, y ha decidido compartirla conmigo... de primeras. Sé que no se quedará aquí. 

Porque destacar, crecer, sobresalir, brillar... no deberían acarrear ningún tipo de connotación negativa. No debería despertar envidias, egos ni recelos. No debe generar desconfianza. 
Por favor, admiremos... Declarémonos abiertamente ignorantes y dejémonos llenar por todo aquello que nos quiere brindar quien está delante. 

Como dice un (si m'ho permets) pequeño genio a quién tengo como referencia, y que a menudo habla más (y  mejor) que yo sobre este asunto: Usemos más el modelaje, tomemos ejemplo de aquellos que ya lo han logrado, que ya están arriba y comparten unos valores semejantes a los nuestros. 

Un pájaro no está presumiendo cuando despliega sus alas y echa a volar ante nosotros. Simplemente hace uso todos sus recursos, su máximo potencial, para cumplir un objetivo, sea cual sea. Vivir, pongamos. Y sin embargo, ese pájaro está inspirando a mucha gente.
Cientos de poemas y canciones son escritas a diario haciendo referencia a la libertad que supone volar, a la emoción que nos evoca... Un ave inspiró a alguien para crear el primer avión. Un sólo pájaro, con su mera presencia y liberado de toda cadena mental, solamente con su esencia... Brilla, y nos hace brillar. Nos inspira. 


Hoy, esta misma noche, una luz intensa ha estallado con una sonrisa en la cara y la mirada más ardiente y segura que he visto en mucho tiempo. 

Hoy he visto una persona brillar...
y todavía estoy temblando.




3: De pasos o zancadas. ¿Caminar o correr por la vida?

¡Vamos a por la tercera!
Aunque parezca mentira, he estado dándole vueltas a algo. Quiero decir, a algo especialmente... Vaya, que he concentrado parte del foco en algo en concreto... En fin, que ahí va.

En la entrada del viernes os hablaba de la vida como una serie de caminos que vamos tomando y donde nos cruzamos con otros caminantes. 
A medida que escribía, en mi mente se iban sucediendo miles de imágenes que representaban personas andando por ciudades, playas, bosques o montañas, pero cuando me imaginaba a mí... Estaba corriendo. No veía el por qué y eso, claro está, ¡requería de un espacio en mi cabeza y un tiempo de dedicación!

Como viene siendo habitual, lo primero que me pasó por la mente al decidir indagar en el asunto fue una retahíla de tópicos: aquello de si hay que vivir deprisa o despacio. 
Poco a poco me va costando menos controlar los impulsos de desvalijar los malditos tópicos... ¡Pasando!

Si hablamos en líneas conceptuales, no es lo mismo andar que correr. Varían muchas cosas, pero la diferencia más importante es el ritmo. Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes, de una forma u otra nos estaremos perdiendo algo mientras percibimos nuestro alrededor de la mejor manera que sepamos. 
Cuando andamos estamos escogiendo la pausa, el análisis, el paso a paso. Por partes. Podemos prestar atención a los detalles que nos rodean, discutirlos, valorar... 


Para mí, esto se ha llegado a convertir en mi zona de confort, de donde quiero salir. No me llena, quiero más. Necesito esencia. A día de hoy, prefiero correr. 

Correr significa empaparse del alma de todo aquello que nos rodea. Correr significa sentir, significa abrir los pulmones y respirar. Poner a funcionar mi cuerpo para retar aún más mi mente. Vamos, querida, ¡a ver si eres capaz de hacer lo tuyo y mantener a las piernas corriendo!
Sí, es necesario detenerse a menudo. Leer las situaciones, descansar, a veces captar hasta el más mínimo detalle... Pero eso es un proceso rápido para mí. Cuando lo haya captado todo volveré a sentir que hay miles de cosas a unos metros que me estoy perdiendo, así que correré de nuevo.

Cuando me pongo a pensar en cada uno de los ámbitos de mi vida, me doy cuenta de que no estoy conforme con la mayoría. Me explico: desde pequeñito me enseñaron a andar. Despacio, poco a poco, por partes, tratando de no salirme de la senda hasta tenerla controlada del todo. Me enseñaron a ver, y me inculcaron el hábito de hacer preguntas. Y gracias a eso (de nuevo gracias a mis padres) he adquirido la capacidad de pensar, de valorar y de razonar. Y cada día lo hago más (y creo que mejor). 
Pero ahora, al mirar atrás, me doy cuenta que si no estoy contento con mi relación con los estudios, por ejemplo, es porque sentía la obligación de dedicarle demasiado tiempo a algo que, por si sólo, no me llenaba. Lo mismo con la música. Con la escritura. Con el deporte. Para mí, correr es música, son letras y palabras, es sudor y energía. Es estudiar. Es disfrutar de todo, y todos, los que me rodean. Y saber que, cuando quiera, puedo detenerme y andar. 

Pero ¿sabéis? Lo que más quebraderos de cabeza me ha traído de todo ésto es que no hacemos ni una cosa ni la otra ¡creo que vivimos a trompicones! Saltamos, andamos, caemos, paramos, corremos y volvemos a andar. 

Con todo ésto no he llegado a ninguna conclusión definitiva, pero sí he introspeccionado mis propias sensaciones. No he podido desarrollar aún ninguna teoría o explicación que justifique una opción o la otra. Es más: probablemente la cuestión en sí no tenga sentido. Eso sí, sé que a mi me gusta mi vida cuando corro. 

¡No a los trompicones! Busquemos la estabilidad en los altibajos, las curvas y los baches. 



2: De los que están, cerca o lejos, y los que ya no están...

Hoy vengo a hablar sobre los amigos, los conocidos y las parejas que van apareciendo en nuestras vidas, algunos para quedarse y otros solamente de visita. 

Ante todo, me he propuesto no analizar (descuartizar, sesgar, machacar) los miles de tópicos al respecto ya que los encuentro enteramente absurdos. Válidos sólo para momentos concretos en lugares determinados. Así que vengo sólo con mi pensamiento desordenado y sin argumentar para dar algo en qué pensar.


Mi vida, como supongo la de todos los demás, es un contínuo vaivén de personas. Personas que pasan ante nosotros sin detenerse, personas que se paran a curiosear, personas que nos buscan y personas que nos evitan.

De todas ellas, las hay que se quedan con nosotros durante algún tiempo y deciden realizar parte del viaje con nosotros, incluso a veces bajo la promesa de realizar el resto de etapas a nuestro lado. Pero a veces olvidamos que cada persona sigue un camino más o menos errático, cargando una mochila con sus conocimientos, recuerdos, experiencias y aprendizajes y guiados por un mapa más o menos preciso con uno o varios destinos marcados en rojo. 
Los demás sólo somos caminantes (o corredores) que cruzamos sendas con ellos y decidimos si queremos compartir espacio y tiempo con esa persona. 

¿Sabéis? Pocas, muy pocas veces dos caminantes tienen exactamente el mismo destino. Y si lo tienen, probablemente su hoja de ruta sea muy distinta. 
Así pues, andar de la mano de otros puede ser gratificante, pero sin duda en algún momento surgirán discrepancias sobre la senda o el destino, sobre el tipo de calzado adecuado para caminar o sobre cuándo es un buen momento para detenerse a descansar y cuando hay que apretar el ritmo.

Es entonces cuando las emociones entran en batalla, y es cosa nuestra decidir qué emociones debemos dejar salir (cuáles son honestas) y cuáles no. Si escuchamos bien en ese momento, hay algo dentro de nosotros que nos trata de explicar que esa persona también está en conflicto consigo misma, que también está renunciando a parte de su plan de ruta, que su mochila está igual o más cargada que la nuestra y nuestros cuerpos son distintos y no se mueven igual.
Es la empatía, que habla muy bajito, y depende de nosotros que el ego o el tener razón grite más que ella. 

Así pues, a menudo los caminos se separan, y eso puede entristecernos pero jamás debería enojarnos.

Al conocer a alguien generamos una serie de expectativas basadas en nuestra situación personal y en el contexto del momento, pero ese contexto puede variar. De hecho, cambiará. Así, es habitual (y natural) no sentir ahora el mismo apego o intensidad por aquél amigo de la infancia que vivía en nuestra misma calle, por la pareja que hace unos meses era nuestra vida entera o por el profesor que tanto nos inspiró a atacar nuestro sueño. 
El amigo quizá se vaya a vivir fuera, la pareja tal vez ya no nos esté aportando lo que necesitamos y el profesor puede que no se sienta ya motivado por lo que fueron sus propios sueños. 

Quizá si tratáramos de ponernos en su piel desde la honestidad y la mente abierta, veríamos otro mapa, otro camino y otro objetivo. Incluso tal vez nos sorprenderíamos tomando sus mismas decisiones. Porque en el fondo, la única persona que ha estado, está y estará con nosotros hasta el último suspiro... somos nosotros mismos.

Pero hay algo mágico en algunas personas. No sé cómo lo harán pero hay caminantes que, estén donde estén, te están sintiendo. De una forma u otra te ven, te siguen, te ayudan, no importa si están diez pasos o diez kilómetros delante o detrás. Quizás estén simplemente en otra senda, pero de algún modo saben (y sabes) que volverán a cruzar sus pasos con los tuyos... 

Y son ellos, cerca o lejos, los que hacen que cada paso valga todo su esfuerzo y la sonrisa más grande que seamos capaces de mostrar.

1: De debilidades y corazas

Hace algunas semanas, a raíz de una discusión familiar, salió a la palestra el concepto de 'decir las cosas malas de los demás como críticas constructivas para poder mejorar'.

Últimamente nos llenamos la boca de perlas como ésta. Excusas, la mayoría de veces, para escupir lo que queremos decir y sentirnos mejor minusvalorando al otro. 
Incluso aquellos que de verdad quieren ayudar se nutren de esta filosofía barata, adornando todo aquello que dicen para evitar el choque frontal y suavizar el impacto, pensando que de esa forma será más fácil que llegue el mensaje. 

Pensando en ello me quedó una idea impregnada en la cabeza, difusa e inconcreta pero pegajosa y pesada.  

El problema que yo veía ahí era que, por mucha confianza que tuviésemos con la persona que nos estaba explicando nuestros defectos y por mucho cariño que imprimiera en las palabras, la mayoría de veces somos reacios a escuchar de verdad lo que se nos dice. 
Creo que nos hace sentir pequeños tener defectos y que los demás los noten, y que nos los expliquen sólo ayuda a que nos sintamos inferiores a aquél que nos habla. 
En ese momento, las personas experimentamos distintas reacciones: nos encogemos hasta los mínimos y entristecemos, nos obcecamos con lo que oímos y nos obsesionamos en mejorarlo o ponemos una coraza impenetrable para defendernos de las acusaciones. 
Esa coraza puede ser visible (rebatimos todo lo que nos dicen, adoptamos expresiones faciales y corporales para mostrar que estamos por encima de todo...) o invisible, cuando escuchamos por respeto y/o curiosidad pero de ninguna manera está calando el mensaje en nosotros.

La cuestión es que pocas, muy pocas veces, mejoramos nuestras debilidades cuando tomamos consciencia de ellas a través de los demás.

Como dije en la entrada anterior, he estado unos días aprendiendo con el grupo Transformación Deportiva y justamente trabajamos sobre este concepto. ¡Gracias a eso he podido concretar esa idea pegada en mi corteza cerebral!

La idea es que cuando alguien (mi entrenador, mi jefe, mi madre o mi mejor amigo) me notifica un error o un defecto (en definitiva, una debilidad) lo primero que me viene a la mente es que estoy haciendo algo mal y los demás lo notan, y creen tener la solución puesto que me quieren ayudar. Mi sensación será de inferioridad, de rechazo... La emoción que me acompaña será, en mayor o menor grado, negativa.

Y es muy difícil hacer nada bueno partiendo de una emoción negativa. 

Está claro que uno correrá más rápido, saltará más alto o trabajará con mayor eficacia si parte de una emoción positiva. A este respecto sí que se está avanzando a nivel social, sobretodo en el ámbito laboral: a raíz de numerosos estudios cada vez se están implantando más normas de buenrollismo y comodidad en el trabajo, motivación de los empleados...

Con todo esto en mente, los integrantes de TFD lanzaban al aire la siguiente pregunta: Antes de tratar de reforzar las debilidades propias o ajenas, ¿por qué no potenciar nuestras fortalezas? Así crearíamos el estado emocional óptimo para encarar desde ahí cualquier reto. En base a esto han creado un método innovador y que, a mi entender, da con la tecla de uno de los mayores problemas en la comunicación entre las personas: no conectamos con nuestros interlocutores así que nuestro mensaje no llega. ¡Hay que hacerlo llegar desde la emoción! 

Todo esto que he escrito ya lo sabíamos, pero a menudo es necesario darnos cuenta y tomarlo como algo sobre lo que actuar mediante decisiones voluntarias y no dejarlo en el inconsciente. 

Así que ahora, para acabar, permitidme ir más allá, sólo un poco más lejos

Os he hablado antes de corazas. Todos ponemos las nuestras, la mayoría de ellas sin saberlo. Pero, ¿y las que ponemos de manera consciente? ¿Sabríamos identificarlas todas? 

Imaginemos aquello en lo que nos sentimos más cómodos y más seguros. Nuestros hobbies, nuestras pasiones, la estabilidad con la pareja, la familia... lo que sea. Pongamos que estamos ahí, sintamos por un momento la emoción que nos transmite el momento. 

¿Realmente desde ahí estamos sacando lo mejor de nosotros? 

Yo creo que no. Creo que ahí nos ponemos cómodos. Nos refugiamos en nuestras fortalezas y nos escondemos, agazapados tras una dura armadura y un gran escudo, y lanzamos excusas a modo de protección. 

Entrenadores: Cuando tenéis algún conflicto con un jugador, un padre, la prensa... ¿acaso la mayoría de veces no recurrís a los motivos puramente deportivos para justificaros? Los aspectos técnico-tácticos del deporte en sí es la coraza que usamos la mayoría de entrenadores, desde donde nos sentimos cómodos para defendernos de cualquier situación que no dominamos.

Padres: Cuando vuestros hijos os hacen alguna pregunta a la que no tenéis respuesta, o os rebaten algún argumento con algo que se escapa a vuestro control, ¿es posible que tiréis de tópicos y situaciones conocidas, experiencias propias anteriores...? 

Pensemos por un momento las murallas que ponemos a nuestro alrededor...

¿Por qué no alzarnos con nuestros mayores dones y afrontar cualquier reto desde la emoción positiva? 
Quizás las debilidades no se vieran tan grandes desde esa perspectiva, y dispondríamos de la motivación  adecuada para reforzarlas.

¿Enfocamos nuevos objetivos desde ahí arriba? 


0: De inquietudes vitales y Objetivos Extraordinarios

Hace unas semanas estuve a punto de cerrar este blog. Me acordaba cada día de él, pero se había convertido en una carga. 'Debería actualizar el blog'.'Hace tiempo que no escribo'. En una entrada incluso prometí escribir una vez por semana... He faltado al compromiso. Lo cierto es que hasta hoy notaba que le daba demasiadas vueltas a lo que iba escribiendo sin quedar conforme, nunca me gustaba, lo retocaba una y otra vez... así que cada publicación comportaba una gran cantidad de tiempo dedicado y se traducía en unas líneas que tan sólo dejaban ver resquicios de lo que en realidad ronda mi mente. 

De hecho, Según se escupe debía ser mi espacio para ir soltando los pájaros, moscas, globos y mariposas que vuelan por mi azotea, una especie de cajón de sastre necesario para mí cuyo significado y propósito nunca llegué a cumplir.  

Pero este mes de julio he vivido algunas experiencias... vitales. Y en una de ellas, en Manresa con Dídac, Jorge y todos los demás participantes en la experiencia pero sobretodo con Xavi, arrojé algo de luz sobre aquello que más me ha preocupado desde pequeño. 

Vi, probablemente porque me ayudaron a ver, cómo puedo ayudar un poquito más a las personas, lo cual es mi inquietud más básica y lo que me hace funcionar. Cómo ser una fuente de luz



El objetivo primitivo será articular en palabras el máximo de ideas posible. 
El objetivo principal será expresarlas. Comunicar.  Dar el mayor número de herramientas. Llegar a las personas.
El objetivo extraordinario será crear consciencia y, a partir de ahí, tratar de inspirar al mayor número de personas. 



Y para empezar a cumplir dicho propósito ya están listas para salir a flote las tres próximas entradas de una serie indefinida que iré publicando cada dos días. La de hoy es la 0. 



"Nuestro mayor miedo no es que no encajemos. Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo: no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. [... ]Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros." Timo Cruz en Coach Carter. 

Gràcies Xavi.