Visitas hasta ahora

De la alimentación y lo que queremos oír

Hoy vengo con un tono algo más serio y asertivo. Algo agitado. He estado valorando si tratar de enfocar el tema desde otro estado de ánimo, pero es desde esta emoción desde donde creo que puedo comunicar mejor lo que pienso al respecto.

Últimamente he estado hablando con mucha gente sobre el tema de la alimentación. He charlado con familiares, amigos y personas a las que conocía por primera vez.
Algunos de mis interlocutores no tenían ningún conocimiento al respecto más allá de lo que se oye en los medios o las cuatro pinceladas que nos da (que oímos) del médico. Otros, sin embargo, eran dietistas, preparadores físicos, entrenadores personales, médicos... gente relacionada con el mundo del deporte y de la salud.

Y, ¿saben qué es lo que más me han repetido? Que no se ponen de acuerdo. Y no hablo entre sectores o especialistas de distintas ramas, sino entre los mismos colegas de profesión.

Mientras hoy la Universidad de X saca un artículo diciendo que es necesario 'picar' sano entre horas (o llámese hacer 5 comidas al día, incluso algunos dicen que 7...), mañana la Universidad de Y nos mostrará lo nocivo y contraproducente que es, y lo ideal de mantener sólo 3 comidas al día.
Mientras unos dicen que por la noche es importante cenar muy poco, otros dicen que se trata del desayuno de antes de dormir y que el cuerpo no sabe de horas.
Mientras un famoso pierde veinte kilos haciendo una dieta hiperproteica, otro los pierde gracias a su nueva condición de vegano. 

Cuando queremos información sobre un tema, solemos actuar de dos formas básicas:
Nos quedamos con lo primero que nos dicen y lo sacralizamos, ó
Nos quedamos con aquello que más nos conviene oír. 

Escuchamos a quién queremos escuchar, y oímos lo que queremos oír. 

Así que, por favor, dejémonos ya de tonterías. Ya basta de 'sabedores' y de enterados. 
De nuevo, declarémonos ignorantes, dejemos la mente siempre abierta y entendamos que cada cuerpo es distinto, y que, por el momento, no existen milagros para perder peso ni la alimentación perfecta. La prueba está en los miles de tipos de alimentación y de dietas según la geografía y las costumbres de cada pueblo.

En lo único que probablemente coincidamos todos es que las bases estarán en la coherencia en la alimentación y la actividad física regular. 
¡Ánimo!

Me declaro ignorante, y te admiro

Hoy he visto a una persona brillar por primera vez. 

A última hora, en el último suspiro del día, alguien ha decidido dejar a un lado las convenciones sociales, el qué dirán o qué pensarán y los tabús, y ha hablado. Ha decidido soltar sus propios amarres, a menudo tan fuertemente atados en nosotros, tan bien anclados que nos tienen varados demasiado cerca de la orilla. 

Y mientras hablaba, os aseguro que no era sólo yo el que escuchaba. Ha hablado para el mundo. 

Acostumbrado a ver personas estáticas o en el mejor de los casos subiendo escalones, hoy he visto a alguien poner una nueva escalera. Una nueva forma, para mí desconocida, de consciencia y aprendizaje, y ha decidido compartirla conmigo... de primeras. Sé que no se quedará aquí. 

Porque destacar, crecer, sobresalir, brillar... no deberían acarrear ningún tipo de connotación negativa. No debería despertar envidias, egos ni recelos. No debe generar desconfianza. 
Por favor, admiremos... Declarémonos abiertamente ignorantes y dejémonos llenar por todo aquello que nos quiere brindar quien está delante. 

Como dice un (si m'ho permets) pequeño genio a quién tengo como referencia, y que a menudo habla más (y  mejor) que yo sobre este asunto: Usemos más el modelaje, tomemos ejemplo de aquellos que ya lo han logrado, que ya están arriba y comparten unos valores semejantes a los nuestros. 

Un pájaro no está presumiendo cuando despliega sus alas y echa a volar ante nosotros. Simplemente hace uso todos sus recursos, su máximo potencial, para cumplir un objetivo, sea cual sea. Vivir, pongamos. Y sin embargo, ese pájaro está inspirando a mucha gente.
Cientos de poemas y canciones son escritas a diario haciendo referencia a la libertad que supone volar, a la emoción que nos evoca... Un ave inspiró a alguien para crear el primer avión. Un sólo pájaro, con su mera presencia y liberado de toda cadena mental, solamente con su esencia... Brilla, y nos hace brillar. Nos inspira. 


Hoy, esta misma noche, una luz intensa ha estallado con una sonrisa en la cara y la mirada más ardiente y segura que he visto en mucho tiempo. 

Hoy he visto una persona brillar...
y todavía estoy temblando.




3: De pasos o zancadas. ¿Caminar o correr por la vida?

¡Vamos a por la tercera!
Aunque parezca mentira, he estado dándole vueltas a algo. Quiero decir, a algo especialmente... Vaya, que he concentrado parte del foco en algo en concreto... En fin, que ahí va.

En la entrada del viernes os hablaba de la vida como una serie de caminos que vamos tomando y donde nos cruzamos con otros caminantes. 
A medida que escribía, en mi mente se iban sucediendo miles de imágenes que representaban personas andando por ciudades, playas, bosques o montañas, pero cuando me imaginaba a mí... Estaba corriendo. No veía el por qué y eso, claro está, ¡requería de un espacio en mi cabeza y un tiempo de dedicación!

Como viene siendo habitual, lo primero que me pasó por la mente al decidir indagar en el asunto fue una retahíla de tópicos: aquello de si hay que vivir deprisa o despacio. 
Poco a poco me va costando menos controlar los impulsos de desvalijar los malditos tópicos... ¡Pasando!

Si hablamos en líneas conceptuales, no es lo mismo andar que correr. Varían muchas cosas, pero la diferencia más importante es el ritmo. Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes, de una forma u otra nos estaremos perdiendo algo mientras percibimos nuestro alrededor de la mejor manera que sepamos. 
Cuando andamos estamos escogiendo la pausa, el análisis, el paso a paso. Por partes. Podemos prestar atención a los detalles que nos rodean, discutirlos, valorar... 


Para mí, esto se ha llegado a convertir en mi zona de confort, de donde quiero salir. No me llena, quiero más. Necesito esencia. A día de hoy, prefiero correr. 

Correr significa empaparse del alma de todo aquello que nos rodea. Correr significa sentir, significa abrir los pulmones y respirar. Poner a funcionar mi cuerpo para retar aún más mi mente. Vamos, querida, ¡a ver si eres capaz de hacer lo tuyo y mantener a las piernas corriendo!
Sí, es necesario detenerse a menudo. Leer las situaciones, descansar, a veces captar hasta el más mínimo detalle... Pero eso es un proceso rápido para mí. Cuando lo haya captado todo volveré a sentir que hay miles de cosas a unos metros que me estoy perdiendo, así que correré de nuevo.

Cuando me pongo a pensar en cada uno de los ámbitos de mi vida, me doy cuenta de que no estoy conforme con la mayoría. Me explico: desde pequeñito me enseñaron a andar. Despacio, poco a poco, por partes, tratando de no salirme de la senda hasta tenerla controlada del todo. Me enseñaron a ver, y me inculcaron el hábito de hacer preguntas. Y gracias a eso (de nuevo gracias a mis padres) he adquirido la capacidad de pensar, de valorar y de razonar. Y cada día lo hago más (y creo que mejor). 
Pero ahora, al mirar atrás, me doy cuenta que si no estoy contento con mi relación con los estudios, por ejemplo, es porque sentía la obligación de dedicarle demasiado tiempo a algo que, por si sólo, no me llenaba. Lo mismo con la música. Con la escritura. Con el deporte. Para mí, correr es música, son letras y palabras, es sudor y energía. Es estudiar. Es disfrutar de todo, y todos, los que me rodean. Y saber que, cuando quiera, puedo detenerme y andar. 

Pero ¿sabéis? Lo que más quebraderos de cabeza me ha traído de todo ésto es que no hacemos ni una cosa ni la otra ¡creo que vivimos a trompicones! Saltamos, andamos, caemos, paramos, corremos y volvemos a andar. 

Con todo ésto no he llegado a ninguna conclusión definitiva, pero sí he introspeccionado mis propias sensaciones. No he podido desarrollar aún ninguna teoría o explicación que justifique una opción o la otra. Es más: probablemente la cuestión en sí no tenga sentido. Eso sí, sé que a mi me gusta mi vida cuando corro. 

¡No a los trompicones! Busquemos la estabilidad en los altibajos, las curvas y los baches. 



2: De los que están, cerca o lejos, y los que ya no están...

Hoy vengo a hablar sobre los amigos, los conocidos y las parejas que van apareciendo en nuestras vidas, algunos para quedarse y otros solamente de visita. 

Ante todo, me he propuesto no analizar (descuartizar, sesgar, machacar) los miles de tópicos al respecto ya que los encuentro enteramente absurdos. Válidos sólo para momentos concretos en lugares determinados. Así que vengo sólo con mi pensamiento desordenado y sin argumentar para dar algo en qué pensar.


Mi vida, como supongo la de todos los demás, es un contínuo vaivén de personas. Personas que pasan ante nosotros sin detenerse, personas que se paran a curiosear, personas que nos buscan y personas que nos evitan.

De todas ellas, las hay que se quedan con nosotros durante algún tiempo y deciden realizar parte del viaje con nosotros, incluso a veces bajo la promesa de realizar el resto de etapas a nuestro lado. Pero a veces olvidamos que cada persona sigue un camino más o menos errático, cargando una mochila con sus conocimientos, recuerdos, experiencias y aprendizajes y guiados por un mapa más o menos preciso con uno o varios destinos marcados en rojo. 
Los demás sólo somos caminantes (o corredores) que cruzamos sendas con ellos y decidimos si queremos compartir espacio y tiempo con esa persona. 

¿Sabéis? Pocas, muy pocas veces dos caminantes tienen exactamente el mismo destino. Y si lo tienen, probablemente su hoja de ruta sea muy distinta. 
Así pues, andar de la mano de otros puede ser gratificante, pero sin duda en algún momento surgirán discrepancias sobre la senda o el destino, sobre el tipo de calzado adecuado para caminar o sobre cuándo es un buen momento para detenerse a descansar y cuando hay que apretar el ritmo.

Es entonces cuando las emociones entran en batalla, y es cosa nuestra decidir qué emociones debemos dejar salir (cuáles son honestas) y cuáles no. Si escuchamos bien en ese momento, hay algo dentro de nosotros que nos trata de explicar que esa persona también está en conflicto consigo misma, que también está renunciando a parte de su plan de ruta, que su mochila está igual o más cargada que la nuestra y nuestros cuerpos son distintos y no se mueven igual.
Es la empatía, que habla muy bajito, y depende de nosotros que el ego o el tener razón grite más que ella. 

Así pues, a menudo los caminos se separan, y eso puede entristecernos pero jamás debería enojarnos.

Al conocer a alguien generamos una serie de expectativas basadas en nuestra situación personal y en el contexto del momento, pero ese contexto puede variar. De hecho, cambiará. Así, es habitual (y natural) no sentir ahora el mismo apego o intensidad por aquél amigo de la infancia que vivía en nuestra misma calle, por la pareja que hace unos meses era nuestra vida entera o por el profesor que tanto nos inspiró a atacar nuestro sueño. 
El amigo quizá se vaya a vivir fuera, la pareja tal vez ya no nos esté aportando lo que necesitamos y el profesor puede que no se sienta ya motivado por lo que fueron sus propios sueños. 

Quizá si tratáramos de ponernos en su piel desde la honestidad y la mente abierta, veríamos otro mapa, otro camino y otro objetivo. Incluso tal vez nos sorprenderíamos tomando sus mismas decisiones. Porque en el fondo, la única persona que ha estado, está y estará con nosotros hasta el último suspiro... somos nosotros mismos.

Pero hay algo mágico en algunas personas. No sé cómo lo harán pero hay caminantes que, estén donde estén, te están sintiendo. De una forma u otra te ven, te siguen, te ayudan, no importa si están diez pasos o diez kilómetros delante o detrás. Quizás estén simplemente en otra senda, pero de algún modo saben (y sabes) que volverán a cruzar sus pasos con los tuyos... 

Y son ellos, cerca o lejos, los que hacen que cada paso valga todo su esfuerzo y la sonrisa más grande que seamos capaces de mostrar.