Visitas hasta ahora

Al pensamiento que se sucede

Ordenadores, domótica, relojes que hacen de todo. Climatizadores y coches inteligentes, televisión con cien canales. Libros electrónicos, videoconsolas y simuladores de última generación. Todo lo que usted quiera y más existe, o hay ya gente diseñándolo.

Nos facilitan la vida, nos la hacen más simple para ahorrar tiempo en cosas mundanas y poder dedicarlo plenamente a nuestros quehaceres más importantes. ¿Cómo qué? En el trabajo las nuevas tecnologías están también implantadas, hasta que un ordenador (y ya no hablo de robots) haga nuestra labor. No lo dudéis, dentro de nada se habrá patentado el modo de comer y respirar sin gastar tiempo ni energía en ello.


Pero en fin, mi comentario esta vez no va dirigido tanto a la sustitución de hombre por máquina como a una de las consecuencias más directas de este hecho: nuestra decreciente capacidad para pensar. La habilidad de pensamiento y nuestros sentimientos son lo único que de verdad nos separa de los demás animales, y la estamos autodestruyendo. A la misma velocidad a la que destruimos la Tierra. No deja de ser irónico, ¿no es así?
No deja de ser irónico que el ser más inteligente del planeta destruya éste conscientemente, aún así se dé cuenta y halle la solución y no sea capaz de aplicarla…
Sigue siendo irónico que el ser más desarrollado de la Tierra se esté degradando a sí mismo de esta forma…

Los trabajos escolares de los niños los hacen los padres. Sí, por favor, no lo nieguen. Y no se excusen con la falta de tiempo para explicarles cómo se hacen. La cosa está en que los niños no saben pensar.
Quizás el problema no sea que ahora no sepan hacer los deberes o los trabajos, sino que antes nadie les haya enseñado a pensar para poder resolver sus propios problemas. Pero no es fácil, porque eso requiere paciencia y ayudar a los pequeños con el descubrimiento guiado, y eso requiere también de tiempo.
Tiempo que, a su vez, quedaría totalmente invertido para el futuro, para el buen desarrollo de la mente pensante de esa persona, tiempo que ya no habría que “gastar” explicándole los deberes al niño; hay que cambiar la visión que tenemos a este respecto.

Aún así, si todos estos motivos no les terminan de convencer, mírenlo desde este otro prisma: todo lo que hacemos, lo que vemos, lo que pasa en el mundo es así gracias a nuestra capacidad de pensar y nuestra habilidad para interpretar esa información que captamos, y actuar en consecuencia. Tenemos algo más que reflejos.
Si perdemos eso, ¿qué sentido tendrá nuestra existencia? ¿Qué gracia podrá tener vivir, si tan sólo seremos animales llevados por instintos y reflejos? No podemos autodenominarnos homo sapiens cuando estamos usando esa sapiencia para nuestra propia destrucción.

A todo esto… ¿Qué es pensar? ¿Cómo puedo enseñarlo? Pensar es interpretar las situaciones, es leer el juego para ganar la partida. Ver las cartas también cómo las está viendo el otro, anticiparme a sus movimientos. Entender que nuestro mundo es mucho más que lo que vemos; hacerse las grandes preguntas sin respuesta, y también las pequeñas.
Y se puede enseñar guiando. No dando las soluciones, sino obligando desde bien pequeños a pensarlas primero. Poner las pistas por toda la casa de dónde están escondidos los regalos de Navidad (véase como caso literal o cómo metáfora). Motivando y alentando. Nunca es tarde para aprender, todos tenemos algún regalo que queremos abrir, sólo falta que alguien nos enseñe las reglas del juego y nosotros lo desarrollemos.


A mí me gusta pensar. Será porque desde pequeño me lo enseñaron, o porque me gusta ponerlo todo del revés. Seré un iluso pero todavía creo que, si empezamos hoy, podemos no sólo salvar, sino agrandar todavía más ese magnífico instrumento que es la mente humana.

Una vez tuve un sueño…

Consecuencias

Paula y Jandro son pareja. Salen a bailar con unos amigos, a divertirse y a pasarlo bien. Oscar es un buen amigo de ambos.
En un momento de la noche, Paula y Oscar se encuentran y bailan amistosamente, charlan y ríen. La escena es contemplada por Álvaro y algunos otros amigotes, los cuales, en su estado de embriaguez y para pasar el rato de algún modo, deciden ir a contárselo a Jandro, sin malicia ninguna, pero añadiendo algún que otro pequeño detalle y opinión propia.
Jandro se enoja, agarra a Oscar (que no entiende nada) y lo golpea con el puño cerrado. Paula, también sorprendida, no sabe cómo reaccionar y se echa a llorar, lo cual incrementa aún más el enfado de Jandro y provoca la ruptura entre ambos.

Álvaro y los demás lo ven todo desde la distancia, al principio con cierto divertimento hasta que se dan cuenta de la situación real, todo consecuencia de sus actos. Sin lugar a dudas no tenían mala intención, eran amigos de la pareja, pero pueden haber arruinado tres relaciones por un comentario que podrían haberse ahorrado.



Mateo y David son grandes amigos. Daniel, un compañero de trabajo de Mateo, está muy enojado porque su jefe no lo valora suficiente, y antes de irse a casa se desahoga con su compañero durante veinte minutos, vociferando, blasfemando y gesticulando para no dejar títere con cabeza.
Más tarde, Mateo queda con su amigo David, que llega cinco minutos tarde a causa del tráfico.
Mateo acaba por explotar y discute fuertemente con David por sandeces que en otras condiciones ni le pasarían por la cabeza.

Sin quererlo, Daniel ha provocado una riña entre dos buenos amigos que posiblemente se lleven también el cabreo a sus casas.

Son dos ejemplos, pero los hay a cientos.
Nuestros actos no nos afectan nunca a nosotros solamente. Todas nuestras acciones tienen represalias también sobre los demás: hay que vigilar con los errores que cometemos, porque normalmente no es uno mismo quién sufre las consecuencias.

Quizás haya llegado el momento de no valorar únicamente los problemas de uno mismo, sino ver las cosas en su globalidad, visionarlo todo desde distintos ángulos y intentar entender cada situación cómo la ven también los demás. Porque al fin y al cabo no vivimos solos, y si queremos la ayuda y el respeto del resto de la gente, habría que empezar por aprender a ver el radio de alcance de cada una de nuestras acciones.