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De chismes y la vida de los demás

¡Buenos días! 
Lo cierto es que hoy no he podido dormir demasiado. Me acosté a una hora razonable pero los pensamientos se amontonaban en mi cabeza, y aún no había terminado con uno que ya asomaban otros dos.
Y ¿saben qué es lo peor? Gran parte de la noche me la he pasado pensando en la vida de los demás. Y no se imaginan lo culpable que me siento porque, literalmente, ¡los cotilleos me han quitado el sueño! 

Para empezar, y sin intención de justificarme o defenderme sino a modo de definición, diré que soy una persona poco chismosa en cuanto a la vida personal del resto: no me importa demasiado quién se acuesta con quién, o con quién discutiste la semana pasada. No me interesa lo que pasó en la fiesta de la facultad del otro día, o si alguien está saliendo con otro veinte años menor. No quiero saber nada de lo que llamaríamos la prensa rosa de los que me rodean (mucho menos de los famosos). 

Pero como he dicho tantas veces estoy en la constante búsqueda del conocimiento. Y si quiero aprender de una persona, ¿qué mejor que aprender de su experiencia? Así que hay ciertos detalles de la vida de los demás que sí me interesan: me gusta conocer las circustancias personales de las personas. Saber si un joven vive solo o con sus padres, si una persona ha vivido o trabajado fuera, si conduce frecuentemente o la duración de las relaciones que haya tenido. 
En definitiva, saber lo que le ha llevado a su situación actual y a forjar su carácter, ver hacia donde han llevado a esa persona los pasos que ha ido dando y cómo ha influido su entorno, me ayudarán con mi propia experiencia. ¡He estado horas dándole vueltas!
No sé qué les estará pasando por la cabeza a los lectores al leer esto. Yo mismo lo veo y soy capaz de interpretarlo de muchas formas distintas, así que avanzaré con la reflexión y ya veremos hacia dónde me lleva...

Voy a empezar ramificando: no hablo de conocer a alguien, eso lo dejo para la siguiente publicación de esta semana. Quiero centrarme en el chisme, en aquello que me impulsa a preguntar sobre la vida del otro o a ir contándola a los demás. 

¿Saben? Creo que es algo innato en el ser humano cotillear, en el sentido de pasar información a los demás. Es un modo de supervivencia animal, un detalle más de la evolución. Si a mí me llega información sobre un entrenador que ha salido mal de todos los clubs en los que ha estado, no le voy a dar un equipo en el mío. Si sabes que ese chico ha sido infiel a sus anteriores parejas, probablemente no te plantees salir con él. Si todas las reseñas que tenemos sobre un restaurante son malas, escogeremos otro sitio para ir a cenar. En definitiva, considero que basamos gran parte de nuestras decisiones e interacciones humanas en lo que sabemos de los demás, y mucho de lo que sabemos es gracias a los chismes.
El cotilleo cumple además otra función: trataremos de menospreciar o degradar a otra persona blandiendo chismes arriba y abajo cuando no esa persona no nos guste o no nos convenga, mientras que iremos contando hazañas y proezas de aquellos que nos aporten algún beneficio o nos plazcan más.
Hablar de los demás sea, quizás, nuestro más poderoso escudo para defendernos y nuestra arma más mordaz para herir al otro. Por ejemplo, hoy en día todos hablamos mal del actual gobierno con la clara intención de que dejen el cargo, así como hablamos maravillas del equipo de fútbol con el que nos identificamos para ensalzarnos y quedar por encima del rival.

Voy a concluir con lo que sea posiblemente una contradicción: los chismorreos son inevitables y necesarios para el ser humano, pero traten de evitar contármelos a mí si no les he preguntado. Como verán en la siguiente entrada, por mi parte trataré de conocer a las personas por otros medios...