Visitas hasta ahora

1: De debilidades y corazas

Hace algunas semanas, a raíz de una discusión familiar, salió a la palestra el concepto de 'decir las cosas malas de los demás como críticas constructivas para poder mejorar'.

Últimamente nos llenamos la boca de perlas como ésta. Excusas, la mayoría de veces, para escupir lo que queremos decir y sentirnos mejor minusvalorando al otro. 
Incluso aquellos que de verdad quieren ayudar se nutren de esta filosofía barata, adornando todo aquello que dicen para evitar el choque frontal y suavizar el impacto, pensando que de esa forma será más fácil que llegue el mensaje. 

Pensando en ello me quedó una idea impregnada en la cabeza, difusa e inconcreta pero pegajosa y pesada.  

El problema que yo veía ahí era que, por mucha confianza que tuviésemos con la persona que nos estaba explicando nuestros defectos y por mucho cariño que imprimiera en las palabras, la mayoría de veces somos reacios a escuchar de verdad lo que se nos dice. 
Creo que nos hace sentir pequeños tener defectos y que los demás los noten, y que nos los expliquen sólo ayuda a que nos sintamos inferiores a aquél que nos habla. 
En ese momento, las personas experimentamos distintas reacciones: nos encogemos hasta los mínimos y entristecemos, nos obcecamos con lo que oímos y nos obsesionamos en mejorarlo o ponemos una coraza impenetrable para defendernos de las acusaciones. 
Esa coraza puede ser visible (rebatimos todo lo que nos dicen, adoptamos expresiones faciales y corporales para mostrar que estamos por encima de todo...) o invisible, cuando escuchamos por respeto y/o curiosidad pero de ninguna manera está calando el mensaje en nosotros.

La cuestión es que pocas, muy pocas veces, mejoramos nuestras debilidades cuando tomamos consciencia de ellas a través de los demás.

Como dije en la entrada anterior, he estado unos días aprendiendo con el grupo Transformación Deportiva y justamente trabajamos sobre este concepto. ¡Gracias a eso he podido concretar esa idea pegada en mi corteza cerebral!

La idea es que cuando alguien (mi entrenador, mi jefe, mi madre o mi mejor amigo) me notifica un error o un defecto (en definitiva, una debilidad) lo primero que me viene a la mente es que estoy haciendo algo mal y los demás lo notan, y creen tener la solución puesto que me quieren ayudar. Mi sensación será de inferioridad, de rechazo... La emoción que me acompaña será, en mayor o menor grado, negativa.

Y es muy difícil hacer nada bueno partiendo de una emoción negativa. 

Está claro que uno correrá más rápido, saltará más alto o trabajará con mayor eficacia si parte de una emoción positiva. A este respecto sí que se está avanzando a nivel social, sobretodo en el ámbito laboral: a raíz de numerosos estudios cada vez se están implantando más normas de buenrollismo y comodidad en el trabajo, motivación de los empleados...

Con todo esto en mente, los integrantes de TFD lanzaban al aire la siguiente pregunta: Antes de tratar de reforzar las debilidades propias o ajenas, ¿por qué no potenciar nuestras fortalezas? Así crearíamos el estado emocional óptimo para encarar desde ahí cualquier reto. En base a esto han creado un método innovador y que, a mi entender, da con la tecla de uno de los mayores problemas en la comunicación entre las personas: no conectamos con nuestros interlocutores así que nuestro mensaje no llega. ¡Hay que hacerlo llegar desde la emoción! 

Todo esto que he escrito ya lo sabíamos, pero a menudo es necesario darnos cuenta y tomarlo como algo sobre lo que actuar mediante decisiones voluntarias y no dejarlo en el inconsciente. 

Así que ahora, para acabar, permitidme ir más allá, sólo un poco más lejos

Os he hablado antes de corazas. Todos ponemos las nuestras, la mayoría de ellas sin saberlo. Pero, ¿y las que ponemos de manera consciente? ¿Sabríamos identificarlas todas? 

Imaginemos aquello en lo que nos sentimos más cómodos y más seguros. Nuestros hobbies, nuestras pasiones, la estabilidad con la pareja, la familia... lo que sea. Pongamos que estamos ahí, sintamos por un momento la emoción que nos transmite el momento. 

¿Realmente desde ahí estamos sacando lo mejor de nosotros? 

Yo creo que no. Creo que ahí nos ponemos cómodos. Nos refugiamos en nuestras fortalezas y nos escondemos, agazapados tras una dura armadura y un gran escudo, y lanzamos excusas a modo de protección. 

Entrenadores: Cuando tenéis algún conflicto con un jugador, un padre, la prensa... ¿acaso la mayoría de veces no recurrís a los motivos puramente deportivos para justificaros? Los aspectos técnico-tácticos del deporte en sí es la coraza que usamos la mayoría de entrenadores, desde donde nos sentimos cómodos para defendernos de cualquier situación que no dominamos.

Padres: Cuando vuestros hijos os hacen alguna pregunta a la que no tenéis respuesta, o os rebaten algún argumento con algo que se escapa a vuestro control, ¿es posible que tiréis de tópicos y situaciones conocidas, experiencias propias anteriores...? 

Pensemos por un momento las murallas que ponemos a nuestro alrededor...

¿Por qué no alzarnos con nuestros mayores dones y afrontar cualquier reto desde la emoción positiva? 
Quizás las debilidades no se vieran tan grandes desde esa perspectiva, y dispondríamos de la motivación  adecuada para reforzarlas.

¿Enfocamos nuevos objetivos desde ahí arriba? 


1 comentario:

ABELARDO RETURN'SSSS dijo...

Brillant i ple d'aprenentatge. No t'aturis Victor, ets molt gran!!!