Visitas hasta ahora

Back to basics

Debo avisaros: voy a escribir sobre una experiencia personal vivida hace poco tiempo que me ha llevado a la reflexión que va tomando forma a través del texto y que se resume al final. 

Todo iba bien. O quizás no, pero no importaba porque tenía mis bases asentadas. Tenía unos cimientos sólidos sobre los que sostenerme... O eso creía hasta hace un par de meses. 
La verdad es que no necesito los grandes pilares que se suelen mentar: apenas necesito una pequeña piedra, un simple punto de apoyo que me sirva de fundamento y soy capaz de lo mejor. Ni siquiera es necesario que me impulsen, ni un empujoncito; tengo motivación de sobra para afrontar cualquier reto. 

Construí hacia arriba sin miedo a partir de ese escalón sobre el que descargaba todo mi peso. Absolutamente todo. Raro en mí, ni siquiera me paré a pensar si era adecuado o conveniente depositar tanta confianza sobre un punto tan pequeño (para mí tan grande) y, eventualmente, tan efímero. 
Fui marcándome metas a diario, pequeños y grandes objetivos, disfruté durante mucho tiempo de cada segundo que viví con mucha intensidad, y me sobraba energía al final del día. Tenía la sensación de ser imparable, de que no importaba lo que tuviese que venir que lo reduciría a polvo. 
Soy observador y detallista, y siempre digo que llevo una mochila encima. En ella meto todas las experiencias propias y ajenas, todo lo que aprendo y todos los errores que cometo. Eso me ayuda a llevar conmigo siempre todo lo vivido, lo más útil y lo más inútil, para encarar con toda la información posible cualquier situación que se me ponga delante. 
Puede que sea algo malo "cargar" con los errores y las cosas malas del pasado, pero debo decir que todo ello me parecía llevadero e insignificante porque sabía que, en algun momento del día o de la noche, iba a dejar mi mochila en el escalón. 

Lo malo no fue la mochila, que aún tomo conmigo cada mañana antes de salir de casa. Lo malo fue que el escalón desapareció. Se hizo a un lado. 

Sé que no soy el primero (ni seré el último) que vive una situación así. Pero desde luego jamás pensé que hasta lo más fácil y mundano se puede volver cuesta arriba cuando no tienes un punto de partida. Sin duda ese punto de inicio lo elige cada cual, así que es uno mismo quién debe afrontar las consecuencias de sus actos y elecciones. Aún así, la sensación que he tenido este tiempo es la de flotar en el aire, con un inmenso vacío a mis pies, tratando de seguir sosteniendo mis hobbies, estudios y trabajo. Y cuando no tienes nada debajo sientes que todo eso que antes sostenías con alegría, ahora pesa y te va echando abajo. Es curioso el modo en que superas el dolor cuando ya no tienes nada que perder... 

¡Eh! ¡Arriba! ¡Esto es sólo una reflexión! Algo de lo que estoy aprendiendo.

Sí, quizá fui egoísta. Quizás, sin entrar a valorar nada más, no debí recostar todo mi peso cada día y cada noche sobre un sólo punto, siempre el mismo, porque mi mochila y yo pesamos mucho. Por una vez confié ciegamente en algo que no dependía de mí y me lo cargué. 

Ahora es tiempo de reflexión. De pensar que quizás debería vaciar un poco la mochila, tirar al mar algunas cosas. Es momento de valorar qué base debo escoger ahora, aunque el orgullo me diga que no la necesito. Incluso de dar más importancia a lo más común que me rodea y establecer esos puntos como apoyos. 
Lo que daría por recuperar ese escalón...

Os animo encarecidamente a darle un par de vueltas a lo escrito hoy: ojalá le sirva a alguien para mejorar.Yo, por mi parte, tengo en mente muchos retos, algunos de los cuales he empezado ya a preparar. 


No hay comentarios: