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Equipo por definición

Voy a dedicar la entrada de hoy a 11 personas que, durante dos años, me hicieron sentir parte de algo muy especial. Y ellas son las 11 jugadoras del Cadete A Femenino del año pasado del BAM, con las que sin duda he vivido muchos de los mejores momentos de mi carrera como entrenador. 

No hay otra forma de definirlas que un verdadero equipo. Muchos lo pusieron en duda, muchos dudaron de ellas y de sus posibilidad en una competición de alto nivel en la que acabaron campeonas. Pero ellas, todas tan distintas, consiguieron luchar conjuntamente por un mismo objetivo. Lograron entender que una no era más buena que otra si no servía para ayudar al equipo, que cada cual tenía su rol y su papel todos igual de importantes.
 
Todas ellas de la misma edad, entre los 15 y los 16, la mayoría incluso de la misma escuela; muchas (demasiadas) horas juntas. Muchos años jugando codo con codo. Roces, enfados, riñas y diferencias constantes entre ellas, dentro y fuera de pista. Algunas broncas, muchas lágrimas. Pero al final una gran temporada.

Para mí, sin duda un gran ejemplo para el resto de mi vida, y un ejemplo que pondré una y otra vez mientras sea Entrenador porque estas chicas, este grupo, marcó las diferencias en uno de los ámbitos más importantes en esta vida. El trabajo en equipo.

En los entrenos podían estar enfadadas unas con las otras por temas deportivos o extradeportivos, a días incluso podían odiarse por algún asunto que rondara en sus cabezas. Podían no dirigirse la palabra, o gritarse en un momento dado cuando ya no aguantaban más. Pero cuando el balón entraba en juego, cuando tocaba baloncesto, todo quedaba a un lado para atender a mis instrucciones y mejorar día a día. No importa que una fuera  enemiga de otra en ese momento, si era la mejor opción se conjuntaban y se daban el balón o se comunicaban.
Y en los partidos... A la hora de los partidos se olvidaba todo. Cuando el balón volaba en el salto inicial ya no valía nada más que las 11 compañeras, y en el fondo amigas, que iban a luchar una al lado de la otra para conseguir una victoria más. Cada fin de semana. Las lágrimas de rabia o de impotencia del principio, a lo largo de la temporada se fueron convirtiendo en lágrimas de emoción, de alegría infinita. 

Lágrimas que daban a entender que aquellas niñas estaban creciendo juntas, y lo sabían. Sabían que estaban viviendo un año que no se iba a repetir. 

Ganamos la liga. Siempre serán las campeonas, ya nada ni nadie se lo podrá quitar. Este año ha sido para siempre. Y mención también a las familias de ellas, que fueron a todos y cada uno de los partidos y torneos, animando y cantando cada canción con ellas. Fueron sin duda nuestro mayor apoyo en los momentos malos. Gracias

Ahora llevo otros equipos, otros dos grupos humanos a los que inculcar de nuevo una filosofía y una forma de pensar y de jugar. Las ganas son las mismas, pero sin duda soy mejor entrenador. Seguro que nos irá bien.


Encara puc dir els vostres noms en ordre i de seguit, sense haver de mirar la foto signada que tinc penjada a la meva habitació, just darrera meu en aquests moments.
Gràcies Júlia, Andrea, Júlia, Núria, Judith, Irene, Irene, Helena, Paula, Sandra, Clara. I enhorabona per les persones en les que us heu convertit. 


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